sábado, 31 de marzo de 2018

Cinderella 11


Capítulo 11




Mientras Maximillian dejaba que un frágil Desya se refugiara en su abrazo, en las afueras del castillo un hombre salía con una capucha negra evitando ser descubierto, tomó un caballo y salió al bosque entrando en la espesura de este. La sombra llegó a una vieja cabaña entrando en ella, donde su pecado lo esperaba.

—Llegas tarde...— un hombre rubio de ojos castaños estaba sentado en una cama dentro mientras las sombras en la pared bailaban producto del fuego que ardía en la chimenea, el hombre que recién entraba se quitó la capucha dejando ver su cabello castaño a juego con unos impresionantes ojos azules gemelos a los de su hijo.

—Los años ya me pesan...— se disculpó con una sonrisa llena de cariño. El hombre en la cama se paró caminando hasta él.

—Tonterías apenas y tienes 37 años... — el residente de la cabaña sonrió y ayudo al rey a quitarse la capa y ponerla junto a la chimenea encendida, éste camino tras él, esperó a que dejara la capa colgada y lo abrazo por la espalda pegándolo a él.

—Y tú 35 - El rey despejó la frente de los cabellos que caían rebeldes-y sigues igual de exquisito— aseguró agachándose lo suficiente como para alcanzar sus labios y empujarlo suavemente hacia la cama tras ellos.— ¿Sabías que mi hijo ha decidido casarse?- preguntó cuando logró llevar a su amante rubio a la cama.

—¿Gm...?— el rubio tenía al otro en su cuello besándolo, marcándolo como siempre que se veían lo hacía, apenas y atinó a pensar coherentemente— ¿s-si?...— preguntó desinteresadamente. El castaño asintió arrancándole la ropa de encima.

—Y debo decir que tiene muy buen gusto...— sonrió contra el pecho ajeno y el rubio gimió y gruñó en reproche al tiempo que el castaño mordía sus tetillas.

— ¿Ah sí?— la voz cargada de celos.

—Si... va a casarse con un joven de cabellos rubios y unos ojos castaños llenos de carácter- alabó- ¿Sabes? me recuerda tanto a ti... se nota que tu sangre corre por sus venas...— aseguró. El rubio se estremeció bajo su contacto.

—No...—rogó en un gemido—por favor, mi hijo no...— se lamentó. El rey se levantó lo suficiente para verlo a los ojos y le acarició el rostro.

—Yo no hice nada...— besó los labios que temblaron bajo su contacto— Tu hijo atrajo al mío justo como tú lo hiciste... me hechizaste con tu mirada...

—Me obligaste a dejar a mi familia— el rubio ladeó la cabeza esquivando su mirada dolido.

—Por supuesto que si... tu eres solo mío... no iba a dejar que siguieras junto a esa bruja... además— sonrió con autosuficiencia— Al final te enamoraste de mi— el rubio siguió esquivando su mirada avergonzado de su propia conducta.

—Me hiciste amarte... desearte de esta forma necesitada y enfermiza...— quiso apartarse pero el rey comenzó a acariciar su entrepierna y él, sin carácter ya para rechazarlo, se derritió en sus dedos. Sin más abrió las piernas para que el rey se acomodara entre ellas— me hiciste necesitarte tanto dentro de mi...— se sonrojó culpable y el otro sonrió quitándose lentamente la ropa.

—Tu hijo no tiene familia... Maximilian tuvo la suerte de encontrarlo antes de que perteneciera a alguien más— comentó bajando a besar el pecho del rubio que arqueó la espalda por el placer de aquella boca lamiendo su pecho... mordiendo sus tetillas... aquella mano que se movió tocando su miembro y estimulándolo.

—Ah... no... no quiero que mi hijo sea como yo... no quiero que...¡¡ah!!— soltó un gemido fuerte al sentir la boca del castaño en su miembro haciéndolo delirar de placer— no...— negó efusivamente— no quiero... no quiero que sienta esta necesidad que yo siento...

—El va a ser por completo de mi hijo...— subiendo y besándole el pecho preparando su entrada mientras el rubio gemía y se removía bajo su cuerpo levantando un poco las caderas— no como nosotros... será feliz, te lo juro...

—¿Lo juras?— el rubio miró al castaño con sus ojos cargados de deseo y necesidad.

—Lo juro...— aquellos ojos castaños se cerraron relajándose y aquellas piernas blancas se abrieron aún más permitiéndole acomodarse mejor, ofreciéndole el cielo... ofreciéndole una noche inolvidable más....



viernes, 30 de marzo de 2018

Cinderella 9-10


Capítulo 9


Maximilliam soltó una risita tras entender lo que ahí pasaba. No podía creer hasta donde podía llegar aquel par ¿todo aquel acto era por que creían que estaba interesado en aquella tonta muchacha? ¡¿Así que qué hacia?! ¡Lanzar a la basura al único que estaba en su mente! ¡Vaya chiste!

-Descuide señora- le calmo con una sonrisa en los labios. Bien si ellas querían lanzar a su ladronzuelo directo a sus brazos él no iba a impedírselos-. No habrá ningún escándalo que empañe su nombre respecto a su hijo-aseguró. Los rostros de las dos mujeres se iluminaron, claramente habían visto la hostilidad del príncipe por Desya, aquel cambio tan radical de actitud ¡solo podía ser por el interés que tenia en serena!

-Aunque el cariño existe deberíamos dejar las cosas claras, por el bien de mi pequeña- la condesa se emociono de mas y pensó zanjar aquel asunto de golpe- si al príncipe le parece bien. Como parte del castigo por sus crímenes ¿por qué no borrarlo del registro familiar? – en su cabeza aquello no solo funcionaba como castigo, también alejaría el peligro de que Desya las descubriera y facilitaría el camino al príncipe para tomar a su hija como esposa, simplemente era un movimiento perfecto!

-Debora- la voz profunda y gruesa se escuchó desde el carruaje real, la sonrisa de la condese se congeló solo escuchar aquella voz.

De las puertas labradas en oro del carruaje un hombre atractivo ya cerca de sus 40 años bajo con el porte del titulo que lo respaldaba. Ante su presencia, aun mas que ante la del príncipe las dos mujeres temblaron de nervios. Despues de todo el príncipe estaba encantado con serena, pero sobre aquel hombre no tenían ninguna ventaja.

-su majestad- la condesa reacciono a tiempo para inclinarce respetuosamente ante aquel hombre que simpre habia sido mas que inalcanzable para ella.

-Puede levantarse- le concedió- he escuchado una historia muy interesante en los últimos minutos- sonrió volviendo la mirada al joven rubio que hasta el momento había permanecido en silencio. Se veía como un muñeco sin vida, con la mirada perdida en alguna parte del suelo y la expresión de rendición. Aun en aquel patético estado su parecido con su padre a esa edad era casi aterrador.

-yo...- la mujer paso duro, ella jamas pensó que el rey se interesaría en aquel asunto, tras la desaparición de su marido este hombre jamas habia vuelto la mirada a ellos. Cualquira pensaría que simplemente habia olvidado que existían!

Cuando Debora habia decidido casarce con El conde Freggs habia sido en gran medida por lo conocido que era el hecho de la profunda amistad que existía entre este y el en aquel entonces príncipe heredero. Jamas habia pensado que aun después de casarce aquel hombre no le diera la mas minima importancia, simplemente solo tratando con su marido como siempre, como si ella no existiera!

-no creo que el joven desya lo recuerde, pero cuando volvieron a la capital el tenia ya un año...- recordó con la mirada clavada en el muchacho- Gerald lo adoraba...no recuerdo que jamas mencionara nada sobre no compartir sangre...- declaro volviendo la mirada a la condesa que sintió como el miedo le recorria toda la espalda y la frente se le empapaba en sudor frio por el miedo.

-el...el era de tan buen corazón...- tartamudeo.

-lo era- concedió el rey- una desgracia que no muchos compartieran esa característica. Como sea- desestimo el asunto con un ademan ligero- el no esta aquí para darnos su versión de los hechos- comento haciendo obvio que no confiaba en las palabras de la condesa. Aun así tras la afirmación Serena y Debora suspiraron interiormente, aun si el rey no les creía no tenia forma de probarlo- pero...- la repentina frase puso tensas a ambas mujeres una vez mas- sí recuerdo los sentimientos de mi mejor amigo- agrego con una sonrisa.

-que...que quiere decir eso?- Debora apenas y logro preguntar con la voz ahogada. El rey le sonrió en silencio, con un brillo cruel en los ojos por unos segundos.

-Después de tantos años, jamas revoqué el derecho de este muchacho a heredar el título de Gerald a pesar de la extraña situación de su familia...- comentó- ¿sabe por que lo hice Debora?- preguntó y ésta paso duro.

-por consideración a mi marido?- pregunto temerosa. El rey soltó una carcajada.

-¡¡correcto, correcto!!- aprobó- Ya que has confesado que no tienes parentesco con este muchacho su relación será borrada del registro familiar-sentenció y aunque era lo que Debora y serena deseaban sintieron que aquello no era bueno- asi también, ordeno que el joven al que mi mejor amigo llamo hijo reciba con efecto inmediato el titulo que su padre deseaba darle oficialmente-. Tras hablar le dedicó una sonrisa encantadora a la esposa de su amigo-. Espero que esto le haga feliz Debora- le miro con absoluto regocijo- siempre sera la esposa de Gerald Freggs, Debora, pero desde este momento no es mas la esposa del Conde Freggs y este no tiene ninguna relación con usted. Por lo que en el futuro espero que se abstenga de llamarse a sí misma condesa.

La ahora ex condesa sintió que perdía el suelo bajo sus pies tras aquella afirmación y solo su entereza evito que perdiera los estribos. Debía tranquilizarse, aun sin ser una condesa aun podía ser la madre de una princesa.

-Lo tendré en cuenta su majestad- aseguró humildemente. El rey asintió y volvió la mirada a su hijo.

-me gusta tu elección- aseguró de la nada- Ya que vas a tomarlo como consorte deberíamos buscar un título nuevo entre los registros reales para agregar. Un conde es demasiado bajo para ser tu consorte- comentó antes de retirarse sin esperar respuesta y entrar al carruaje real sin prestar atención a nadie mas.

Había sido una oración corta pero solo aquellas palabras del rey habían enviado a serena y Debora a un agujero de desesperación y miedo.

El príncipe ya había comenzado a avanzar al carruaje llevando a un dócil Desya con el cuando la voz ahogada de serena lo interrumpió.

—Príncipe ...su...¿su consorte?— Serena habló saliendo del shock antes que su madre— usted... no puede...— tartamudeó.

Maximilian le dedico una mirada indiferente.

— ¿Me está diciendo usted, "señorita", lo que yo puedo o no puedo hacer?— interrogó con cierto desdén. Serena bajó la cabeza estrujando el vestido entre sus manos.

—Pero... yo...su alteza, yo...- la chica le miro con anhelo- no soy yo mejor?- pregunto con pequeñas lagrimas en sus grandes ojos. Encantadoramente frágil-. Príncipe, aunque es inapropiado decirlo, mi corazón es suyo desde hace mucho- confesó suponiendo que entre ella y su hermano nadie podría dejarla ir, ni siquiera entendía como es que de repente su hermano estaba en la ecuación.

Maximilliam la miró de arriba abajo con desdén— ¿su corazón? —rió con verdadera gracia y un toque de crueldad—usted querría a un cerdo si tuviese una corona— se burló y le dio la espalda para marcharse pero nuevamente aquella irritante voz le detuvo.

-¡¡Pero es un criminal!!- le recordó- su alteza, el es un vil ladrón ¿cómo podría ser digno de usted?- se aferró a aquel terrible defecto en su hermano. El orgullo de un príncipe jamas debería poder aceptar algo así.

-¿ladrón?- maximilliam sonrió volviendo la mirada a ella como si la afirmación le causara gracia- ¿Quién dijo que era un ladrón?- cuestionó.

-usted dijo...- la muchacha dudó... ¿quién había dicho que Desya era un ladrón? ¿El príncipe lo había mencionado en algún momento? ¡No! ¡Solo había salido de boca de su madre!

Serena volvió la mirada a su madre buscando una respuesta pero encontró la misma ignorancia en esta que en ella misma.

-El...el tenia oro robado...- murmuró Serena sin saber bien que decir.

-¿Robado?- Maximilliam nuevamente sonrió y rodeó a Desya en sus brazos y este dócilmente se dejo sin mostrar reacción- ¿Qué si había algunas monedas de oro cada semana? Es simplemente un humilde regalo mío ¿por que tendría mi futuro consorte que robar?-. dijo lo último con cínica burla y se marchó sin volver a mirar atrás, ni siquiera para regocijarse en la miseria ajena. Ya había dedicado mucho de su tiempo a aquellas mujeres.

Su ladronzuelo estaba aun conmocionado por todo lo sucedido, tenía que aprovechar ese momento para dejarlo aferrarse a él. Esas dos mujeres no merecían un segundo mas de su tiempo y atención, pero debía agradecer que lanzaran a aquel terco y orgulloso ladronzuelo, ahora frágil y vulnerable directo a sus brazos.

Capítulo 10



Tras salir de la casa de la excondesa el carruaje real volvió al Palacio sin hacer ninguna escala, en el interior del mismo se encontraban tres personas.


El rey miraba al joven rubio con atención aunque sin ninguna expresión en especial. Maximilliam estaba sentado junto a Desya con una que pretendía ser preocupada pero estaba cargada de autosuficiencia y alegría. Y ajeno a aquellos dos estaba Desya. Sentado en una esquina del carruaje tenía la cabeza gacha, centrada en sus manos entrelazadas con una expresión derrotada.

No estaba digiriendo el asunto de ser el consorte real aun, ni siquiera había comenzado a pensar en su situación actual en aquel carruaje o en las palabras del rey. En su mente, solo tenía la traición y el abandono de su familia, incluso la preocupación por sus sirvientes había quedado relegada por el sentimiento de absoluta soledad y despojo.

En esos momentos Desya sentía que no tenía nada que pudiese llamar suyo, se sintió sin remedio como un perro callejero que intenta ser dócil por comida pero termina siendo echado a la calle. Había una desesperación ahogándose en su garganta, robándole el aire, manteniéndolo en el limbo entre la quietud y el llanto descontrolado.

Desya no dijo nada, no se movió, ni siquiera le dedicó una mirada a sus acompañantes. El solitario muchacho usó toda su entereza para no derrumbarse frente a aquellos que no consideraba amigos.

Horas más tarde habían llevado a Desya a la que sería su habitación hasta el día de la boda, estaba sentando en la cama con los ojos vacíos, el corazón y el alma destrozados... su familia... su hermana... su madre... el conocía perfectamente su ambición, pero jamás creyó que llegarían a tal extremo, la puerta se abrió y miró hacia ella viendo a Maximilian entrar con aquel porte elegante y aquella arrogancia característica de él.

— ¿Qué haces aquí? –miró sin ánimos al que acababa de entrar, lo que menos necesitaba en ese momento era ver a ese sujeto.

—Vengo a decirte que la boda será mañana—anunció sin ningún problema mientras caminaba hacia su premio.


Desya siguió aquella figura arrogante caminar hacia él y dibujo una sonrisa cínica en su precioso rostro.

—Te mueres por tener tu título de propiedad ¿verdad?— Se burló, aunque más de sí mismo por estar en aquella situación que de la arrogancia del otro. Derrotado bajó la mirada, Desya estaba sufriendo un duelo, aun no tenía la entereza ni la energía para enfrentarse a Maximilian, éste se sentó a su lado.

—Sí-,aceptó y no tuvo el menor reparo en hacerlo- Muero por ver el papel que me certifique como tu dueño legal—le aclaró y Desya le giró el rostro.

—Eres despreciable...— su dignidad se había ido por los suelos en una sola tarde, su familia lo había abandonado y ahora estaba por convertirse en el juguetito del hombre que lo había tenido suspirando como un idiota los últimos meses, el que había jugado fácilmente con él en la palma de su mano. Desya no tenía poder sobre su propia vida en esos momentos... sintió como la mano de Maximilian se posaba en su barbilla, aquella mano lo hizo girar a verlo, pero él se negó mirando a otro lado a pesar de no poner resistencia contra la mano en su barbilla. Desya se perdió por completo aquellos ojos azules clavándose en él con calidez.

—Voy a tratarte bien...—la voz del príncipe intentaba sonar consoladora pero a Desya le pareció una frase humillante.

—Eso es nuevo, desde luego conseguí un buen trato aquí- se mofó de sí mismo. Había tomado el camino equivocado desde el principio. Para un par de mujeres que no lo amaban y un legado que no valía la pena el había entrado en las fauces de aquel lobo. Había arruinado su vida y ahora solo estaba en espera a ser una huella más en la cama de aquel hombre, del hombre con el que había soñado tantas noches, saber que su corazón había sido tomado tan fácilmente por alguien que no sentía lo mismo dolía, pero saber que pertenecía a ese hombre lo humillaba aún mas.

-Te ofrecí ser mi sirviente de cama antes y te ofendiste, ahora te ofrezco matrimonio y aún estás molesto, ¿qué es lo que quieres? Solo dilo- las palabras fueron frías y Desya solo se hundió más en su tristeza. Él solo desearía no sentirse tan malditamente solo... no sentirse tan poca cosa.

-Agradezco la bondad de su alteza- murmuró ya sin el tono agresivo y Maximilian lo interpretó como arrepentimiento y le abrazó por la cintura besando su cuello.

-Estás agobiado por todo lo que paso, pero no tienes que preocuparte por nada más en el futuro, eres un conde, el hijo del amigo de mi padre. Mañana antes de la boda, mi padre te coronará duque, por lo que la boda no tendrá ningún problema- naturalmente para casarse con un príncipe el requisito mínimo sería el titulo de duque. El país era un país poderoso, casarse como primer consorte con un hombre y además uno de su propia gente no parecía inteligente a nivel político. Pero para complacer a su hijo mayor el rey había hecho este sacrificio, la gente podía ver cuán grande era el amor de este rey por su hijo. Pocos sabían de los viejos sentimientos en el corazón del rey que habían facilitado esta decisión.


Desya tan deprimido como estaba no luchó contra el abrazo y dócilmente se entregó al poco calor que éste le brindaba. Era lo más cercano al consuelo que recibiría por lo que su herido corazón simplemente se refugió en aquella tenue sensación de cariño. En medio del desierto un litro de agua podía ser considerado como una gran fortuna, en su situación actual, aquel abrazo significó para Desya su único y preciado refugio.


Fin de la primera parte





910

miércoles, 14 de marzo de 2018

+Money -Capítulo 15

Capítulo 14



La mañana del lunes, un día después de su pelea con Nabil, Theo tuvo un disgusto nada más salir del ascensor en el trabajo. Un enorme ramo de rosas estaba colocado en el escritorio de su secretaria. Parecía que aunque a él acaban de llamarlo prostituto alguien era lo suficientemente adorado para recibir flores a primera hora del día. Se masajeó el puente de la nariz y se recordó que su secretaria no tenía la culpa de su desgracia.

-Buenos días Nara- le saludó cortésmente aunque aún de mal humor. No tenía una relación cercana con aquella persona, era una chica recomendada por su hermano mayor así que era eficiente pero no tenía una amistad o similar con la chica así que no tenía pensado felicitarla por el regalo ni mucho menos.

-Buenos días, señor; Disculpe, Estas flores llegaron hace un momento ¿qué debería hacer con ellas?- Theo se detuvo y rodó los ojos de mal humor.

-Son sus flores Nara, haga lo que quiera, solo despeje su escritorio- ordenó y la chica mostró un segundo de sorpresa.


-Señor, estas flores no son mías, las enviaron para usted- aclaró con tono precavido. Su jefe no era en absoluto un hombre feo, era uno de los hombres más apuestos que había visto en su vida, quizá el segundo o tercero, aún no se decidía pero aún así recibir flores, para un hombre, no era común. En un principio pensó que quizá venían del cuñado de su jefe, pues sabía que éste era dueño de una florería, pero descubrió que ni siquiera era de la misma florería mucho menos del cuñado. La muchacha se sentía algo precavida con aquellas flores así que no las había pasado al escritorio de su jefe sin antes preguntar.

-¿Para mí?- preguntó confundido, al ver la confusión de su jefe la secretaria se dijo que había sido correcto no llevarlas directo a su escritorio- ¿Gael me envió flores?- en su cabeza desde luego la primera opción fue su cuñado, pero no había razón para que Gael le enviara flores. ¿Quizá se había confundido con alguna cosa? – Pásalas a mi oficina y colócalas en un jarrón ¿tenían alguna tarjeta?- quizá era algún tipo de invitación. Gael no era dueño de solo una florería, era una cadena especializada en mensajes con el lenguaje de las flores. "Díselo con flores" la importante cadena de florerías desde luego podía permitirse usar un ramo tan extravagante como una invitación. De no ser porque antes de finalmente casarse se lo informarían a la familia entera, Theo podría sospechar que aquel enorme ramo adornado con pequeñas perlas y flores exóticas bien podría ser el complemento a la invitación del feliz evento. 

- No son de su cuñado jefe, ni siquiera son de su marca- aclaró y Theo frunció el ceño.

-¿De quién son?- no podía pensar en alguna otra razón para recibir flores.

-Venían con este sobre- le extendió el pequeño sobre color papiro, cerrado con un sello de cera. A Theo le pareció que era bastante cursi pero iba a juego con toda la escenita de las flores y las perlas. Tranquilamente abrió el sobre y sacó la pequeña tarjeta con aroma a bosque de este. El mensaje no era largo apenas una frase.

"Te amo, por favor perdóname

Nabil"

El pequeño mensaje golpeó fuertemente en su pecho y se quedó varios segundos contemplando la tarjeta como si temiera no entender lo que estaba leyendo.

-Haz que traigan un jarrón a mi oficina- ordenó y tomó las flores con cuidado, observándolas nuevamente. Esta vez con más atención, el papel azul cielo en el que estaba envuelto por la base, el ramo era de alta calidad. Las pequeñas perlas jugaban entre las flores exóticas que no reconocía e incluso había algunas cuentas que parecían pequeños diamantes entre la fila de perlas. Sonrió inconscientemente y sin decir más entró a su oficina ocupado examinando cada detalle de su ramo.

Así que por fin Nabil estaba reaccionando. Bien muy bien, pero su pecado no era pequeño, ¿pensaba que solo con un ramo de rosas lo tendría de vuelta? No, el pequeño bribón iba a tener que esforzarse mucho más si quería que volviera con él.

Al día siguiente Theo se sintió algo decepcionado por no recibir ninguna novedad al llegar al trabajo, alguien debía explicarle a Nabil que la reconquista era un trabajo que llevaba constancia. Suspiró y se recordó que su pequeño pelirrojo no era precisamente un experto en amor y cortejo.

Cerca de las diez de la mañana la secretaria de Theo le anunció que su cuñado estaba ahí para verle, extrañado pero curioso y también complacido de que su cuñado favorito lo visitara indicó que lo hicieran pasar enseguida. Su sorpresa más grande fue el solo ver los pies de Gael caminar dentro de la oficina, pues de la cintura para arriba estaba cubierto por un enorme ramo de flores. Aún más grande que el del día anterior.


-¿Qué se supone que significa esto?- se rió- ¿Qué? ¿Supiste que recibí rosas que no eran de tu marca ayer y llegaste a competir?- puede que ese ramo fuera más impresionante que el que le había enviado Nabil, ero no pesaba reemplazar aquel preciado ramo por el de su cuñado por mucho que apreciara a este.

-¿Recibiste flores ayer?- la voz de Gael salió de detrás de las flores y una cabeza pelirroja se asomó de detrás de ellas- ¿tienes a dos chicas peleando por ti o algo así? – sonrió burlón haciendo que sus encantadoras pecas resaltaran en sus mejillas, salpicadas en su piel lechosa.

-¿Chicas?- no podía pensar en nadie aparte de Gael y ahora Nabil para enviarle flores. Quizá su papá... era el único en su familia lo suficientemente sensible para llegar a tener algún detalle tan suave.

-Éstas son de una tal Nabil para el hombre más perfecto de la tierra- se rió y dejó el ramo sobre el escritorio- la tienes loca- aseguró y Theo parpadeo dos veces y después sonrió, así que esas flores también eran de Nabil. Con una enorme sonrisa tomó el teléfono y le indicó a su secretaria que consiguiera un jarrón apropiado para el nuevo ramo. Así que su pequeña cosa pelirroja sí que entendía el procedimiento.

-¿Por qué las viniste a entregar tu?- preguntó a Gael ¿desde cuando el dueño hacia entregas?

Gael se colocó una mano en la cintura sin que la coqueta sonrisa se borrara de sus labios.

-¿Cómo podría no venir? ¿Crees que el nombre de alguien de tu familia aparece en los registros de cualquiera de mis tiendas sin que yo me entere?- preguntó, Theo lo observó unos segundos y después sonrió significativamente.

-Yo no uso el apellido de mi familia, uso el de la tuya así que seguramente te notificaron del envío por el parentesco ¿cierto?- preguntó con tono juguetón. Gael se sonrojó y se aclaró la garganta.

-Solo fue por que pidieron uno de los ramos más caros que manejamos. Tu admiradora se está gastando una pequeña fortuna en ti- Theo asintió pero siguió mirando con burla a Gael. Sin dejar pasar lo que había dicho antes.

-Entiendo porqué te notificaron de este envío pero... ¿por qué hay una notificación para cualquiera del resto de mi familia? – preguntó aunque tenía una idea muy clara de la razón. Gael siempre prestaría especial atención si se trataba de un pedido para sus suegros, no dejaría pasar oportunidad de mostrar su buena voluntad, pero respecto a su hermano... ese era otro cuento-. ¿Aún te preocupan todas las admiradoras de mi hermano?- preguntó sabiendo que era ese el caso y Gael se volvió aun más rojo, su cabello y su rostro de un color bastante similar y sus ojos azules brillando algo cristalizados por la vergüenza. Una imagen tan adorable que a Theo le resulto divertida.

-No me preocupa- renegó y Theo soltó una risita de buena gana.

-Que bien porque no tendría sentido. Si sabes que mi hermano está loco por ti desde que eran niños ¿no?- lo de aquellos dos bien podía llamarse amor de la infancia. Gael se cruzó de brazos.

-Era un mocoso engreído y aún lo es, si alguien quiere llevárselo y quitármelo de encima, adelante- renegó de dientes para afuera.

-Bien bien, le pasaré el memo a su club de fans. Ahora dime, entiendo que te notificaran de que alguien me envió un ridículamente caro ramo de flores pero ¿por qué viniste a dejarlo?- preguntó mientras distraídamente pasaba los dedos por las flores en su escritorio encontrando que la acción lo ponía de mejor humor a cada segundo.

-Bueno, solo me preguntaba qué tan correspondida era esta dama- sonrió olvidando su vergüenza y concentrándose en los asuntos de Theo.

El rubio levantó una ceja preguntándose qué tramaba aquel pelirrojo maquiavélico.

-Bastante en realidad- no acostumbraba mentirle a Gael, más que su cuñado era un hermano para él, casi tan cercano como su propio hermano de sangre.

La sonrisa que se ensanchó en los labios de Gael le dio a Theo un escalofrío en la espalda.

-Hace algunos años... ¿no dijiste que te debía un favor por dejarte usar mi registro familiar y mi apellido?- le recordó, Theo recordó que en aquel tiempo cuando estaba por entrar en la empresa familiar no había querido desarrollarse bajo la sombra de los genios de su familia como lo eran su padre y su hermano así que había decidido usar el apellido de su cuñado... parecía que la acción había vuelto ahora a morderle el trasero.

-¿Qué estás tramando?- preguntó entrecerrando los ojos. No debía ser nada bueno si aquel perdido había ido hasta su oficina a buscarlo y hacer trabajo de mensajería.

-¿No crees que si es algo serio sería bueno presentarle a tu familia?- pregunto, Theo tardó apenas dos segundos en saber qué era lo que pasaba, en dos semanas sería el aniversario de boda de sus padres y siempre lo celebraban en familia, nada extravagante. Pero siendo de los dos hermanos solo el mayor el que tenía pareja la presión siempre caía sobre ellos. ¡¡Gael quería una distracción!!

-¿Estás intentando usarme de pantalla?- preguntó con fingido resentimiento y Gael solo sonrió aún mas coqueto hasta que sus ojos parecían un par de rendijas llenas de placer.

-Lo prometiste, vamos ¿qué acaso no eres un hombre? ¿No eres el que ama ser el centro de atención?- se burló. Theo gruñó y rodó los ojos, aunque por dentro estaba pensando seriamente el asunto. Dos semanas... dos semanas era un buen tiempo para levantarle el castigo a su pecoso. No le desagradaba la idea de presentárselo a su familia, de hecho tenía que agradecerle a Gael el recordatorio.

-Bien, iré acompañado. Puedes respirar tranquilo, nadie te hará usar un traje blanco- Gael fingió temblar ante la mención del traje. No tenía idea de por qué su cuñado era tan reacio al matrimonio pero bueno, eso era problema de su hermano no suyo. El tenía su propio pelirrojo con el cual lidiar.

El la semana que siguió Theo recibió sin falta ramos como los anteriores todos los días con el mismo mensaje con el que había llegado el primero. El humor de Theo era insuperablemente bueno.

Nabil por su lado estaba ocupado pensando en formas de pedir perdón y cortejar a su amante perdido. La primera florería a la que había ido solo tenía un tipo de ramo Premium, la siguiente tenía varios pero estaba por agotarlos así que tendría que pensar en otro medio.


A mitad de la segunda semana ningún ramo llegó, dejando a Theo algo curioso y preocupado. Preocupado porque Nabil se hubiese rendido justo cuando pensaba dejarle saber que no estaba ya enfadado con él y curioso de qué haría a continuación si es que no se había rendido.

Cerca de mediodía el teléfono móvil personal de Theo sonó y éste reconoció el tema especialmente puesto para las llamadas de Nabil. Sonrió ampliamente al escuchar el tono y se quedó observado su celular dejándolo sonar un rato antes de contestar.

-¿Diga?- habló con tono neutral, tenía curiosidad sobre qué pensaba decirle su pequeño.

-¿The... Theo?- dios estaba tan nervioso, pobrecito.

-Nabil...- lo reconoció y suspiro- ¿Qué deseas?- le martilleó el corazón pero permaneció neutral.

-¿Estás en tu oficina?- preguntó con timidez.

-Lo estoy, si necesitas algo referente al trabajo puedo canalizarte con alguien adecuado- le aseguró, aunque sabía que Nabil no le hablaba por nada del trabajo. Un corto silencio prosiguió a su afirmación antes de que Nabil volviese a hablar.

-¿Puedes ver por la ventana?- Theo curioso se levantó y se dio media vuelta para acercarse a la pared de vidrio tras él.

-¿Para qué quieres que lo haga?- preguntó con el mismo tono.

-¿Puedes ver el espectacular apagado frente a tu edificio? ¿En la calle principal?- Theo buscó con la mirada y cuando ubicó la enorme pantalla apagado asintió.

-La veo ¿qué ocurre con ella? ¿No querrás que vaya a arreglarla o sí? ¿Quieres usar a este genio para esa tarea mundana?- preguntó con tono cínico, aunque inmediatamente se preocupó de ser demasiado duro, solo quería castigar un poco a su bebé no ahuyentarlo. Para sorpresa del rubio Nabil no solo no colgó, valientemente se aferró a su celular antes de continuar hablando.

-Se que no se escuchará desde tu oficina ¿puedes quedarte al teléfono?- Theo frunció el ceño pero antes de que pudiera preguntar a qué se refería la pantalla del espectacular se encendió y un joven desconocido para él apareció en la pantalla. Desde el celular escuchó lo que al parecer decía.

"Bueno, la siguiente canción está dedicada a alguien muy especial. Hey extraño, Nabil dice que sabes que esto es para ti "

Escuchó el sonido en el teléfono y parpadeó varias veces... ¿eso era lo que creía que era? A plena luz del día el espectacular proyectó un pequeño concierto de opera pop de una sola canción. Desde el celular Theo escuchó claramente la voz profunda y rica de aquel joven desconocido cantando "por ti seré"

Theo suspiró mientras escuchaba y veía la pantalla con el mismo mensaje que había recibido durante los últimos días corriendo en una banda en la parte inferior de la pantalla. Esta vez su pelirrojo se había exprimido el cerebro para pedirle perdón. Sonrió mientras se apoyaba de la ventana y esperó a que la pequeña serenata terminara y la voz de Nabil volvió a aparecer en el teléfono.

-Theo...- le llamó indicándole que estaba de nuevo en la línea. Theo sabía que su pelirrojo era bastante cobarde y que todo aquello estaba tomando cada fibra de valor de su cuerpo así que decidió que no seguiría haciéndole la vida difícil.

-¿Estás cerca?- preguntó con voz suave- Ven a mi oficina, tenemos que hablar- le indicó sin siquiera imaginar la enorme emoción que aquellas palabras causaron en su pareja.

-Voy para allá- aseguró a media voz.

Apenas diez minutos después Theo vio la puerta de su oficina abrirse, los vidrios se habían vuelto opacos gracias a su sistema inteligente así que quedaron aislados y en silencio en poco tiempo. Theo se levantó y rodeó el escritorio hasta quedar frente a este, sin nada que interrumpiera el camino entre él y Nabil. Lo observó, parecía mas tímido que nunca, algo más delgado, lo cual era preocupante, Nabil era por sí mismo bastante delgado.

Theo suspiró y le tendió una mano.

-Ven aquí... ¿cuál es el punto de que te perdone si no puedo tocarte?- preguntó, Nabil levantó el rostro con los ojos húmedos llenos de emoción y sin perder tiempo corrió a los brazos de Theo aferrándose con fuerza su cintura. Sollozando nada más sentir el familiar aroma inundando sus sentidos.


-¡¡Perdóname Theo!! Perdóname ¡nunca más haré una tontería como esa! ¡No me dejes! ¡No me dejes nunca!- lloró ruidosamente, por suerte la habitación estaba insonorizada. Theo simplemente suspiró tranquilo y lo abrazó dulcemente besando la cima de su cabeza.

-Está bien Nabil, ya no estoy enojado contigo. No voy a dejarte, mi amor- le aseguró acariciando la espalda ajena con una mano y el cabello con la otra, sintiéndolo tan pequeño y frágil en sus brazos que casi parecía que se rompería a la menor provocación.

Con pequeños besos y dulces palabras Theo se encargó de consolar a Nabil hasta que dejó de llorar y simplemente se aferraba a él como un niño a su madre temiendo que lo dejara en cualquier momento.

-Te amo Theo...- sonrió con lagrimas en los ojos, había estado a punto de perder a ese hombre. Theo bajó la mirada encantado con la adoración de su pareja y le dio un pico en la nariz.

-También te amo, mi pecoso- le aseguró justo antes de depositar un beso lento y sensual en sus labios-. Te extrañé tanto, no vuelvas a tu casa hoy, quédate conmigo- pidió entre besos y desde luego Nabil no pensó siquiera en negarse, completamente inmerso en la ensoñación de volver a estar juntos.

Nabil apenas y asintió afirmando mientras sus brazos se aferraban a la cintura de Theo, no había nada en este mundo que pudiese negarle a aquel hombre.




lunes, 5 de marzo de 2018

Cinderella 6-7-8


Capítulo 6



Desya había pasado las ultimas semanas debatiéndose entre mantener su orgullo o volver una última vez a aquella torre en palacio, por suerte su orgullo había prevalecido. Era justo eso lo que pensaba viendo una copia del último decreto real. Parecía que el mocoso de la realeza no había podido soportar la soledad de las últimas dos semanas y ahora buscaba desesperadamente una esposa. Frunció el ceño con enfado y arrugó el papel en sus manos.


Apenas Desya lo apartó, la puerta de su oficina se abrió de golpe dejando ver a una elegante mujer con una expresión emocionada en su rostro.

-¡Desya!- gritó en un eufórico saludo.

Desya observó a su madre y el buen humor de ésta no hizo sino empeorar el suyo, para que su madre olvidara el enojo con él y apareciera directo en su oficina... no auguraba nada bueno.

-¿Qué sucede madre?- preguntó tranquilamente pese a su mal humor.

-Quita ese rostro muchacho, pareciera que no te alegra ver a tu madre- lo regañó casi poniendo mala cara, pero enseguida se obligó a volver a sonreír simulando que no notaba el mal humor de su hijo-. Muchacho muchacho muchacho, el cielo nos sonríe- anunció y Desya levantó una ceja ante tal afirmación- ¿es que acaso no te has enterado? – preguntó asombrada.

Desya suspiró internamente.

-Ilumíname madre- pidió sereno.

-¡El príncipe! ¡El príncipe heredero busca una esposa entre las jóvenes de la capital ¿te das cuenta de lo que eso significa?

Desya pensó que eso significaba que era un bastardo que había solo jugado con él cual gato con el ratón, pero supuso que no era la respuesta que su madre esperaba.

-¿Qué significa?- cuestionó pacientemente.

-¡Nuestra bendición!- anunció- si el príncipe esta buscando esposa entre las jóvenes de la capital ¿quién más sino tu hermana puede ser la elegida?- preguntó y después soltó una carcajada dichosa- ya puedo verme viviendo en palacio, sin limitaciones absurdas y con la vida que en verdad merezco- fantaseó.

Desya ni siquiera se molestó en sentirse dolido por la insinuación subyacente en aquella afirmación. Sabía perfectamente que su madre creía que el le daba una vida mediocre indigna de ella, pero había aprendido a sobrellevarlo.

-Dale mis felicitaciones a mi hermana por anticipado- habló decidiendo que no valía la pena explicarle a su madre que además de su hermoso rostro, su hermana no tenía ninguna ventaja frente a las nobles señoritas de cuna de oro, que seguramente estarían al acecho de la vacante a princesa.

-Por supuesto, por supuesto, pero no se puede lograr ser una princesa solo con talento y belleza- afirmó y Desya estaba de acuerdo-. Tu hermana necesita presentarse como una princesa al baile de selección. No me es suficiente la misera asignación que me das, necesito comprarle un vestido digno de una reina, zapatos, joyas ¡la lista es inmensa!- se veía sofocada solo de mencionarlo.

Desya frunció el ceño, la situación estaba mejor pero aún no les sobraba el dinero. Sin embargo tratándose de su hermana él podía soportar un trago amargo y soltar solo por esta ocasión una suma considerable de dinero. Tenía el que Maximillian le había dado. No había tocado una moneda en los últimos dos meses así que la suma era considerable, tenia doscientas monedas de oro. Él podía incluso renunciar a la mitad. Eso debería ser suficiente, no quería quedarse sin ningún respaldo, el viñedo no estaba lo suficientemente estable como para confiarse.

-¿Cuánto necesitas?- pedir cien monedas de oro para su atuendo ya se consideraba extravagante entre las familias nobles, por lo que Desya confiaba en que su madre pidiera alrededor de esa cantidad escandalosa.

-Trescientas monedas de oro para comenzar- soltó sin ningún reparo. Desya se atragantó con su propia saliva al escuchar la cantidad ¿Qué clase de duque creía su madre que era él?

-Imposible, es demasiado- negó tras superar la sorpresa, aunque como esperaba la negativa no cayó nada bien en oídos de su madre.

-¡¿Cómo puede ser eso demasiado?!- preguntó escandalizada- estamos hablando de las posibilidades de tu hermana de convertirse en una princesa ¿cómo pueden ser trescientas monedas de oro demasiado? ¡Es apenas suficiente!- Desya se masajeó las sienes. Ni siquiera quería pensar en lo extraño que era que su madre estuviese tan ansiosa por casar a su hermana con el hombre que había sido casi su amante dos semanas atrás, en verdad que no quería pensar en ello así que se centro en el asunto del dinero.

-Una princesa puede permitírselo, desde luego, pero Serena no es una princesa y desde luego yo no tengo semejante cantidad- explicó lenta pero firmemente.

-¿Cómo es posible que no la tengas? No creas que no sé que has llenado de lujos a esos asquerosos esclavos que trabajan para ti ¿son ellos más importantes que el futuro de tu hermana y mío?- reclamó, no paso desapercibido para Desya que al mencionar el futuro su madre desde luego no lo incluía a el. No es que le sorprendiera.

-Lo que uso para darles eso que llamas "lujos" a TODOS ellos no usa ni la tercera parte de lo que te doy a la semana ¡¿cómo puede ser eso calificado como lujo?!- gruñó y por primera vez levantó la voz a su madre. Notó que ésta estaba por comenzar a gritarle y levantó una dedo amenazante- ¡Esta conversación termina aquí!- sentenció de pie tras su escritorio con el ceño fruncido- Estoy dispuesto a darte cien monedas de oro para esta loca fantasía tuya, pero ni una moneda de cobre más. Tómalo o déjalo, si no te parece suficiente bien puedes ir a conseguirlo a otro lado. Pero te lo advierto madre, he retirado mi respaldo a cualquier solicitud que hagas al banco o prestamistas, así que espero que el nombre de la "Condesa" sea suficiente para conseguir lo que quieres.

La madre de Desya apretó los labios ¡tenía tantas cosas que gritarle a aquel hijo infiel! Pero al mismo tiempo no podía hacerlo. No, no si quería que su hija se convirtiera en una princesa. Podría tratar con ese chiquillo después.

-Está bien...- la mujer uso cada fibra de voluntad dentro de su cuerpo para mantener la calma y contestar- tendremos que conformarnos con... esa cantidad- expresó entre dientes, cada palabra llena de ira.

Desya volvió a sentarse pasando saliva para recuperar la calma.

-Envía a la sirvienta de siempre más tarde, tendré el dinero preparado para ustedes- anunció ya con tono calmado, aunque no tuvo respuesta, su madre simplemente salió de la habitación con el rostro lleno de indignación. Tenía que conformarse con aquellas miserias por ahora. Pero no importaba, en cuanto su pequeña se convirtiera en princesa no tendría que depender más de aquel maldito muchacho. Era posible que su sangre corriera en aquellas venas, pero sin duda ese ingrato no se parecía en lo mas mínimo a ella, de pies a cabeza era la viva imagen de aquel infeliz con el que años atrás se había casado, convencida de que un conde podría darle la vida que merecía... que equivocada había estado.

Desya se dejó caer en el respaldo de su sillón aliviado de que su madre ya no estuviera en la habitación. Al calmar su enojo lo que vino después no fue la ansiada paz, sino un desagradable sentimiento de soledad y abandono, parecía que no era alguien importante para nadie. Sus empleados le apreciaban como su patrón, pero tenían sus vidas completamente ajenas a él. Su madre lo menospreciaba, sospechaba que su hermana lo repudiaba y aquel príncipe que había actuado como si lo anhelara más que al aire... simplemente había pasado página y estaba por casarse.

-Vaya suerte la tuya Desya- murmuró en la soledad de su habitación con la voz cargada de tristeza.


Capítulo 7






La misma tarde de la discusión con su madre Desya le envio con su sirvienta de confianza las 100 monedas de oro que le habia prometido. No supo mas de su madre después e eso, aunque se entero de las compras que se dedico a hacer. Un vestido plateado hecho medida, llamativo y brillantes de 40 000 monedas de plata, un collar de zafiros de 35 000 monedas de plata, zapatos de 20 000 monedas de plata y 10 000 mas usado en maquillaje y peinado. Al parecer su madre se las habia arreglado para cubrir el exeso de 5 000 monedas de plata, probablemente vendiendo algunas de sus joyas por el bien de su buen futuro.

Una semana rapìdamente, felizmente para las “damas” y tortuosamente para Desya, que daría lo que sea por no tener que asistir a palacio esa noche.

La noche del baile Desya se vio a si mismo sentando en una carroza de camino a palacio, estaba todo vestido de negro y una cinta como mascara cubriéndole los ojos y amarrada en su nuca, muy lejos del llamativo y ostentosos vestuario de su hermana.

—Entonces dices que quieres que me quede en el carruaje?— Desya pregunto con total calma a su madre. Esta estaba elegantemente vestida y de antifaz brillante, estaba sentada a su lado simplemente por que el vestido de su hermana no permitia que ambas se sentaran en el mismo lado del carruaje.

—El edicto del rey dice que la familia del joven o señorita que no asista será castigada y Serena no va a perder su gran oportunidad de ser princesa por tu culpa— la mujer habló con desprecio y Desya solo miró por la ventana del coche— asistirás, solo que no saldrás del coche, eso no está contra la ley. Tampoco podemos dejar que te vean con nosotras con ese horrible atuendo que escogiste, no poder entrar es tu propia culpa— le regaño, lanzando la culpa sobre desya como si eso hiciera que este no pudiese oponerse a sus palabras.

Desde luego en la mente de la “condesa” las razones para no dejar que Desya entrara al baile estaban lejos de ser por miedo a ser avergonzada. Si el príncipe había pedido que tanto jóvenes como señoritas asistieran quería decir que gustaba de ambos… no iba a permitir que su pequeña niña perdiera la oportunidad de su vida… Desya poseía una belleza andrógina que bien podía atraer al príncipe, por su parte, ante lo dicho por su madre el joven rodó los ojos… como si tuviera ganas de asistir a una fiesta hecha en honor de aquel… maldito príncipe engreído de cuarta… frunció el ceño al recordarlo, no quería volver a verlo en su vida, solo pensar en él le daba dolor de cabeza, recordar aquel rostro… aquellos ojos…¡¡¡¡carajo, realmente lo detestaba tanto!!!!

-tranquila madre-,la calmo mientras jugaba con el emblema de la familia en sus dedos. El necesario para indentificarlos y dejar pasar su coche en las puertas de palacio como invitados nobles- tampoco tengo deseos de entrar. No interferiré en el camino de mi hermana- aseguro logrando que ambas mujeres colocaran una exprecion de orgullo y superioridad en sus rostros maquillados.

El coche aparcó frente a Palacio y su madre y su hermana bajaron entrando a lo que seguramente sería una fiesta llena de jóvenes aspirando a la corona, solo al engreído ese se le ocurría decir que escogería pareja esa noche, una pareja no se escogía como se escoge una tela, maldición.

-tendras lo que mereces- murmuro viendo la fachada de palacio a travez de la ventana, no importaba a quien escogiera el príncipe esa choche, Seguramente sería alguien tan superficial como el.

Desya le indico al cochero que dejara el coche con los de los demás nobles, y se tomara un descanzo con los demás sirvientes. Estos tenían su propia pequeña fiesta en el patio menor de palacio.

Desya decidio quedarce tranquilamente en el interior del coche sin saber lo que su ausencia ocacionaba en el interior del salor de palacio.

Dentro de la fiesta Maximilian caminaba fastidiado entre los invitados, ya estaba harto de evadir a los nobles que querían presentarle a sus hijas, o de los jóvenes que “discretamente” intentaban acercase, pero ¿dónde estaba ese Ladronzuelo? ¿Acaso no había asistido? Bufó con fastidio “te estas escondiendo de mí, cobarde” anduvo un par de minutos más entre los invitados y finalmente decidió salir del salón malhumorado con aquella situación…

—Su alteza… — una mujer castaña le salió al paso y sintió deseos de quitársela de enfrente, no tenía ánimo para más invitaciones— permítame presentarle a mi hija, su nombre es Serena— la muchacha que apareció frente a él, fue una joven de cabellos castaños y por lo que podía ver tras el antifaz ojos iguales, era bonita… pero lo que realmente llamo su atención, fueron sus rasgos… se parecía a aquel tipo… se quedó ensimismado viéndola hasta que la joven cometió la torpeza de abrir la boca.

—Buenas noches, príncipe— la joven hizo una reverencia sonriéndole encantadoramente y el parecido se esfumó, esa muchacha no tenía ese brillo en su mirada, le faltaba el fuego que había visto en aquella expresión y en aquellos ojos.

—Buenas noches— contestó educadamente— discúlpeme, pero estaba a punto de salir, con permiso— y dicho esto pasó por su lado, con la frustración que se cargaba ser más amable había sido imposible, nada más salir se quitó aquel estúpido antifaz, vestía una camisa blanca de holanes, pantalón negro y botas altas, todo en conjunto con una chaqueta negra que dibujaba el cuerpo de un joven alto en la cúspide de su vida, de elegantes formas, su silueta se antojaba misteriosa y hermosa— no vino…— apretó el antifaz entre sus manos al momento que vislumbro algo; un joven estaba de espaldas frente a una de las fuentes de palacio…aquella silueta…

Maximillian observó fijamente y lo vio de perfil, era él… era ese maldito ladron que se había atrevido dejarlo, lo vio meterse a un carruaje y sonrió automáticamente caminando decidido.

Desya había salido un momentoanciando un poco de aire fresco, pero el temor de encontrarse con ciertos ojos azules lo hizo regresar a donde estaba más seguro.

—Demonios ¿cómo es que termine escondiéndome de esta manera?— se preguntó a si mismo al tiempo que la puerta del carruaje se abría dejando entrar a quien menos quería ver.

—Así que no me equivocaba, te estabas escondiendo de mi— una sonrisa entre satisfacción y soberbia se dibujó en los labios del castaño— al final no eres más que un cobarde…— adelantó una mano aprovechando la sorpresa del rubio y casi arrancó su máscara descubriendo los que en verdad eran los rasgos más bellos que recordaba haber visto— Así que esta es la cara del ladrón…— Desya reaccionó de repente a lo que estaba pasando.

—No entiendo de que me habla, señor— Desya sinceramente no creía que el truco de “no soy yo, me confunde” funcionara a esas alturas pero no tenía nada que perder con intentarlo.

La risa divertida del príncipe inundó el carruaje volviéndose una carcajada— ¿me crees tan estúpido? Despues de Seis meses crees que no puedo reconocerte solo por que la mascara es diferente?— dijo lo último tomándolo de la barbilla logrando que los ojos de Desya chispearan de ira dándole un manotazo para que lo soltara.

—tiendo a creer cosas que no son— replicó ganándose una sonrisa de Maximilian.

—Entonces aceptas que fuiste tú— Desya apretó los labios.

—Aunque diga lo contrario no me creeras ¿no?— levantando el rostro altivo y Maximilian solo lo miró poniendo una expresión cruel en el rostro.

— Te he atrapado ladronzuelo, esta es mi victoria—. Desya palidecio al entender a que se referia- ya que no estabas interesado en ser mi sirviente – tomo la muñeza de Desya sujetándolo fuerte, mostrándole que no lo dejaría escapar- entonces te hare mi esclavo.

-ese juego termino- desya gruño jalando la mano, intentando zafarce pero no logro que Maximillian lo soltara- no tengo que aceptar nada- forcejeo.

Maximillian solto una pequeña carcajada cinica.

-crees acaso que tienes opción, ya olvidaste la pena que pesa sobre tu cabeza? Creo que mencione el destino nque te esperaría si te oponías a mi.

Desya apretó los labios dejando de forcejear centrando los ojos en el rostro ajeno. Como era posible que no supiera a lo que se referia? El era un conde, desde luego sabia como se castigaban las ofenzas a la corona.

— ¿Sabes algo? Eres como un animalito salvaje…— MAximillian le acarició el rostro con cierta fuerza, como marcando su territorio— tus ojos salvajes… tu expresión rebelde…— sonrió con lujuria— tengo que poseerte, tengo que tenerte— los ojos de Desya centellaron más aun— eso es… quiero poseerte mientras esos ojos encendidos me miran—Desya le apartó la mano.

—Primero muerto que ser su juguete— Maximilian sonrió aún más al ver esa testarudez, esa pasión. Ya lo sospechaba, aquel maldito ladron se habia marchado cuando habia ofrecido volverlo su sirviente de cama. Ahora que lo tenia a su alcance esa reacción lo encendia un poco mas. En aquellos seis meses siempre peleaban, sus encuentros siempre habían sido apacionados, quizá pensar que dócilmente seria su sirviente de cama habia sido demasiado fantasioso para el.

—Puedo hacer que te refundan en las mazmorras de palacio, te quitaré todo vestigio de dignidad y orgullo, te torturaran, haré que tu dignidad llegue hasta los más bajos limites, hasta que supliques una oportunidad para que te deje en paz, haré que tu familia sufra humillación por tu causa…— Desya lo miró con ira.

— ¿Para qué tanto? Pague por una maldita prostituta y déjeme en paz— furioso y ahogado en la impotencia. Lo realmente frustrante era que aquello no fuese sobre el dinero, era simplemente por que ese imbécil se habia encaprichado con llevarlo a la cama, incluso cuando estaba apunto de casarce aun se atrevia a buscarlo.

—Ya pagué por una-Maximilliam aun estaba enfadado por la forma en que aquel ladron simplemente lo habia lanzado a un lado sin dudarlo, por lo que no dudo en ser hiriente- solo que se llevó el dinero, salto por mi ventana y desapareció de mi vista, ahora quiero que cumpla con su trabajo— a Desya los ojos le centellaron de ira e indignación, se cristalizaron con impotencia, pero eso no ablando el corazón de Maximilian. Despues de su ultima noche juntos no había pasado día sin que su obsesión por aquel muchacho creciera más y más, lo necesitaba, necesitaba domarlo… sentirlo sumiso ante él, necesitaba estar entre sus piernas y marcarlo.

—tu…- Desya tuvo que tragarce su indigacion, después de todo ¿que derecho tenia a decir nada cuando era ya un ladron cualquiera?



Pese a su propio cargo de consiencia desya no estaba resignado, asi que aunque internamente sentía que Maximillian estaba en su derecho de humillarlo, aun no era tan suave como para aceptarlo.



—ah…esa mirada de nuevo- maximillian estaba encantado de ver aquel rostro enfadado, aquellos ojos encendidos que casi temio no volver a ver-en verdad eres un animalito salvaje- se burlo lleno de deleite acercándose mas a desya, casi acorralándolo contra la puerta del coche- uno que tengo que domar— murmuro y el enfado y resentimiento de desya solo aumento.



—Esta bien — acepto lentamente diciéndose que debía ser intelicente y retroceder para avanzar— si quieres tenerme te dejare— Desya miró con decisión a Maximilian y este se movió lentamente acorralándolo contra la puerta, colocando una mano en la cintura ajena. Desya llevo sus dedos a la camisa que llevaba puesta y voluntariamente despunto los primeros botones mostrando su piel lechosa a su captor-.Tu lo haz dicho…ya lo pagaste asi que…- dejo la frase en el aire.



— ¿Aquí?— ante el manjar tan esperado exponiéndose frente a el, maximillian bajo inevitablemente la guardia cegado por la tentacion.



— ¿Qué importancia tiene? Después de todo este carruaje no es mío— era mejor que Maximilian no supiera que ese carruaje era de su familia, así quizá podría ganar algo de tiempo. Despues de todo era obvio que el príncipe no lo habia reconocido, el después de todo era solo un conde de nombre, el titulo real aun estaba en posecion de su padre, por lo que el no participaba en los asuntos de la corona.



— ¿También robas carruajes ladronzuelo?— pregunto al tiempo que lo tomaba por el cabello haciéndolo acercarse a su rostro.



— ¿Importa? – le reto y Maximilian observo su comportamiento obstinado sumamente complacido.



—Eres un perro rebelde que no comprende que ya tiene amo— sonrio jalando la cabeza ajena hacia atrás, mordiendo levemente su cuello blanco disfrutando del temblor que esto causo en el otro que se estremeció por completo ante aquel toque en su piel pálida y delicada.



Desya se sintió sobresaltado la caricia que aunque esperada le estremecia, su mano tanteó en la puerta del carruaje buscando la manija, la mano le temblaba, ese príncipe engreído estaba besando su cuello, acariciando la piel sensible con sus labios, sintió la mano de Maximilian viajar por su vientre acariciándolo y se estremeció aún más… sus mejillas se habían sonrojado, el habia intentado convencerse a si mismo de que aquel príncipe no tenia mas influencia sobre el, perop llegado a ese punto como podría su cuerpo virgen no reaccionar por el hombre que durante medio año habia llenado sus fantasias?



—Estás temblando ladrón—rió ante la reacción tan distintiva del rebelde muchacho— siempre he pensado que pareces un virgen…— Desya giró el rostro, tenía ya la manija de la portezuela del coche en sus manos, pero los dedos no le respondían, solo tenía que girarla y escapar, pero no lo hacía— Qué es esto…— Maximilian giró el rostro de Desya con cuidado hacia él, aunque este siguió evitando su mirada, rió de nuevo— ¿En verdad eres virgen ladronzuelo?



—Eso es algo que no te importa— enfadado estúpidamente ¿que tenia de malo ser virgen? Eso no era una vergüenza…



—no dejas de sorprenderme cachorro— murmuro y acercó sus labios a los de Desya, buscando uno de los besos que tanto extrañaba. Así que su ladronzuelo era virgen… una extraña satisfacción invadió su cuerpo y degustó aquellos labios como si del más exquisito manjar se tratara.uno que era y seria solo suyo-no te preocupes ladronzuelo- susurro contra sus labios acariciando la espalda ajena por debajo de la camisa-voy a enseñarte cada cosa sobre el placer que puedes tener en la cama- prometio mordisqueando el cuello ajeno, marcándolo cual adolescente encendido.

Desya reacciono solo ante la voz arrogante de su compañero y se recordó por que no podía quedarce a su lado. Ese sujeto lo veía como nada mas que un cuerpo a joder. Sun dudarlo mas abrio la puerta del coche y usando el segundo de confusión en del príncipe salio corriendo del coche. Maximillian no tardo demasiado en reaccionar y aunque lo siguió rápidamente apenas y logro alcanzarlo para verlo entrar a la negrura del bosque donde le perdió por completo el rastro.

Desya inconcientemente habia escapado hacia el área que mejor conocía, la que Maximillian habia dejado concientemente desprotegida para permitir que su ladron se moviera con libertad cuando lo visitara, se arrepentia en esos momentos de no haberse tomado el tiempo de revocar aquella orden.

-maldicion!!- Maximilliam gruño, pero desgraciadamente no existe la cura para el arrepentimiento.

Sin ninguna otra pista presente Eel príncipe volvió al coche del que su ladronzuelo habia huido esperando encontrar alguna pista que le guiara a el. Lo primero que noto fue el escudo de armas en el carruaje, era el escucho de una familia noble, no habia demasiado mas y maximilliam nuevamente se reprendio por bajar la guardia tan fácilmente.

—Demonios…— siguió buscando alguna pista con la mirada ¿cómo es que ese ladronzuelo se le había perdido tan rápido? Algo brilló a sus pies y lo recogió— esto… -jugueteo con la pieza en sus manos, aun agachado en cunclillas en el suelo-. Era esto lo que buscabas? O realmente es tuyo.. –reflexiono y volvió a mirar el escudo de armas en el coche-.Veamos que tan ajeno eres a esto…

El príncipe se puso de pie de mejor humor y tomo la mascara que habia sido olvidada en el carruaje, si el ladronzuelo estaba relacionado con aquella familia seria pan comido averiguarlo.

— voy a encontrarte perro callejero…— murmuro con confianza mientras volvia al palacio. -voy a encontrarte y a domarte, te volveré un cachorro dócil en mis manos…—prometió seguro de sus palabras.


 

Capítulo 8





El día siguiente al baile se hizo el tan esperado anuncio, el príncipe había encontrado a la persona que compartiría con él su vida. Para frustración de las jóvenes del reino, el príncipe no quería revelar su identidad aún.



Aquella tarde el carruaje de palacio salió por la capital, era obvio que el príncipe iría en busca de su princesa, la pregunta era ¿de quién se trataba? El carruaje pasó por todo el lugar, no parecía tener intención de detenerse en ninguna de las casas nobles, salió del pueblo y pasó por varias casas de familias ricas que vivían en las afueras, pero para desilusión de éstas tampoco hizo amago de detenerse ahí.



—Exactamente ¿a dónde crees que vas hijo? Tanto misterio comienza a ser fastidioso…— el rey estaba sentado a un lado de su hijo mayor observando las casas de nobles y sirvientes pasar. No estaba jugándole una de sus tretas para evitar casarse ¿verdad?- Maximilliam, diste tu palabra- le recordó.



—Encontré a alguien padre… — “una cachorro que amaestrar…”— vamos a la última casa del pueblo, a la mansión de los Friggs— el rey lo observó y por un segundo un brillo de reconocimiento pasó por sus ojos.



—Ellos perdieron el condado pero aún son una buena familia…he escuchado que la hija de los Friggs es una señorita en verdad preciosa y en edad casadera…- tanteó el terreno, pero no vio reacción alguna- aunque creo que también tienen un hijo, aunque oficialmente el título de conde pertenece aún a su padre, es conocido entre la gente como uno…-comentó prestando atención al leve interés que sus palabras parecieron levantar en el príncipe- todos saben que tarde o temprano el título será suyo…—el rey entrecerró los ojos. Maximillian tenía la mirada en la ventana, fingiendo que no lo escuchaba pero ¿cómo un padre no podía notar las ansias de su propio hijo por saber más?— un joven… rubio me parece…— el rey miró con detenimiento la expresión de su hijo, la mención había logrado un cambio en su expresión.

Quién lo diría…



El carruaje se estacionó frente a la mansión de los Friggs y un sirviente salió a recibirlos.





—Mamá ¿no deberíamos salir nosotras?— dentro de la mansión, Serena se arreglaba el cabello frente a un espejo ansiosa por salir.



—No hija, no debemos parecer tan interesadas, haz como si no supieras que el príncipe está interesado en ti— Serena sonrió frente al espejo.



—No darse cuenta es imposible, madre… ¿notaste cómo me miraba anoche?— Serena sonreía soberbia y su madre la imitó.



—Se quedó ido observándote hija…— sonrió orgullosa de su pequeña, en ese momento una muchacha de servicio entró.



—¡¡Señora, señora!! El joven Desya llegó y parece estar discutiendo con el príncipe— informó alarmada, creyendo que pese a los roces aquella mujer aun era una madre y que en el fondo podía preocuparse por su hijo.



La madre de Desya frunció el ceño automáticamente ¡eso podía arruinarles todo! salió rápidamente de la casa seguida por Serena y se encontraron con la imagen del joven rubio siendo sostenido del brazo por un joven alto de cabellos castaños e impresionantes ojos azules que miraban fijamente al rubio sin que pareciese intimidarse por ello, no parecía una plática amistosa, definitivamente no…



— ¿Así que eres Desya Friggs?— Desya intentaba zafarse de su agarre.



— ¿Cómo me encontraste?— Desya había confiado en que Maximilian no lo relacionaría con la olvidada familia Friggs, sabía que su retrato no entraba entre los registros de la nobleza. Y ciertamente también creía que con su boda en puerta Maximilliam simplemente dejaría pasar el asunto para otro momento. Creyó tener más tiempo para cubrir sus espaldas.

Maximillian sonrió con autosuficiencia.



—Deberías cuidar mejor tus pertenencias— mostrándoosle un broche, insignia de la familia Friggs, había buscado los retratos de la familia en los registros de la nobleza y aunque el de Desya no aparecía estaba registrado que había un hijo varón dos años mayor que él, eso podría no haber sido suficiente para estar seguro de que su ladronzuelo era Desya Friggs pero había estado completamente convencido después de ver el retrato de su padre en sus años de juventud, simplemente eran demasiado parecidos.



—Su alteza…— la voz de su madre los interrumpió— dígame ¿qué ha hecho este muchacho para ofenderlo? Yo… su alteza he intentado inculcarle modales pero… le aseguro que será castigado—sentenció con un suspiro, como si no fuese la primera vez que Desya la metiera en problemas. El muchacho vio a su hermana y ésta desvió la mirada rápidamente. Desya apretó los puños, le estaban dando la espalda para salvar su pellejo.

Maximilliam frunció el ceño internamente confundido por la actitud de aquella mujer ¿Así actuaba una madre?

-Usted sabe lo que su hijo ha hecho ¿cierto?- preguntó con una leve sospecha de lo que sucedía ahí.

-Su alteza…- la mujer palideció y se llevó las manos al rostro y después de unos segundos su aún atractivo rostro se llenó de lágrimas- su alteza… sospechaba de lo que sucedía pero no fue sino hasta esta mañana que descubrí que el que crie como un hijo se había convertido en un vulgar ladrón- confesó entre sollozos lamentables-. Aunque lo criamos como parte de esta familia…- enseguida apretó la mano contra los labios como si recién notara lo que estaba diciendo.

Desya estaba completamente en shock observando la espléndida actuación de su madre. ¿Ahora pensaba negar incluso que compartían la misma sangre?

-¿Está diciendo usted que este muchacho no es su hijo?- Maximilliam apretó el brazo ajeno con una sonrisa amplia que no llegó a sus ojos.

-¡Madre!- serena la reprendió, como si acabara de decir algo espantoso- aunque… aunque no lleve mi sangre él aún es mi amado hermano- anunció. El rostro de la adolescente estaba cubierto de preocupación y ternura, terriblemente hermosa y pura. Desya sintió que vomitaría solo de ver su actuación.

Maximilliam se preguntaba qué tan estúpido creían aquellas mujeres que era ¿cómo podían sacar un cuento tan ridículo de la nada?

El príncipe observó en silencio a ambas mujeres, con expresión de no poder creer lo que veía y su gesto fue malinterpretado por la joven adolescente confundiéndolo con admiración.

-Su alteza, por favor- la chica repentinamente se inclinó ante el príncipe- no lleva mi sangre pero aún es mi hermano, por favor perdone su vida.

Una joven tan hermosa, con sus sonrosadas mejillas húmedas por las lágrimas y sus tiernos labios temblando, tan delicada, frágil y perfecta. Una imagen que sin duda podría mover el corazón de los caballeros, desgraciadamente no era el caso de Maximilliam.

-Una joven tan noble…- murmuró con un toque de burla que la aludida no notó. Después volvió la mirada a la madre- señora, tengo entendido que su hijo está por heredar en un año más el titulo del Conde Friggs. Sin una línea de sangre directa me temo que eso será imposible.

La mujer bajo la cabeza y asintió humildemente.

-Somos conscientes de ello su alteza, muchas veces hemos querido notificar a la corona de que no existe un heredero pero…- dirigió su mirada triste a Desya y suspiró- mi muchacho… él…-apretó los labios.

Serena se levanto rápidamente sujetando a su madre por los hombros.

-¡Madre!- la consoló- su alteza, no pretendíamos engañar a la corona.. solo…- le dedicó una corta mirada de miedo a su hermano y bajó la cabeza- solo mi hermano puede visitar la corte sin una invitación… no podíamos hacerlo- murmuró lanzando silenciosamente la culpa sobre Desya una vez más.

Maximilliam estaba realmente asombrado con aquellas dos mujeres. ¿era posible que fuesen alguna estrella de teatro con tan maravillosa actuación?

-Su alteza… no sabemos cuántos más crímenes ha cometido este muchacho. Pero aunque no me respete como su madre aún lo quiero como uno, por favor… si pudiese… si pudiese no ser tan severo.

No es que aquellas mujeres quisieran proteger al muchacho, era simplemente que temían que si el castigo fuese muy severo las alcanzara a ellas también.

-Si no puede tener piedad de esta mujer adulta- habló la condesa refiriéndose lastimosamente a sí misma- por favor tenga piedad de mi pequeña- explicó volviendo la mirada cariñosa a Serena- si un escándalo explota ¿cómo podría mi buena niña encontrar un buen marido algún día?- preguntó específicamente queriendo llevar la atención del príncipe al punto importante. ¿No quería acaso el mismo tomar a su niña como su esposa? Con eso en mente, cualquier problema con Desya era simplemente insignificante.

Maximilliam parpadeó un par de veces notando la repentina tímida actitud de la muchacha tras hablar de matrimonio y cómo se sonrojó virginalmente tras verlo y bajar la mirada. Solo entonces notó algo aún más descabellado que toda la farsa anterior.



¡Esas mujeres creían que él estaba interesado en esa niña!




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